JUANA DE IBARBOUROU
También conocida como Juana de América nació en Melo, el 8 de
marzo de 1892 en Montevideo. Fue una poetisa uruguaya. El 10 de
agosto de 1929 recibió, en el Salón de los Pasos Perdidos del
Palacio Legislativo, el título de «Juana de América» de la mano
de Juan Zorrilla de San Martín frente a una multitud de poetas y
personalidades. Fue enterrada con honores de Ministerio de Estado en
el panteón de su familia del Cementerio del Bueceo.
Nació en 1892, aunque ella proclamaba haber nacido en 1895. Su
nombre era Juana Fernández Morales, pero se hizo conocida como Juana
de Ibarbourou, tomando el apellido de su marido, el capitán Lucas
Ibarbourou, con quien se casó a los veinte años.
Fue una escritora y poeta de gran popularidad a nivel nacional e
internacional, recibió la distinción Orden de la Cruz del Sur.
Su padre, Vicente Fernández, español de Galicia, nació en
Lorenzana, cuya biblioteca municipal lleva el nombre de la poetisa.
Su madre, Valentina Morales, pertenecía a una de las familias
españolas más antiguas del Uruguay. Vivió hasta los 18 años en
Melo. Sobre su niñez y sus vivencias allí escribió:
Fue mi paraíso al que no he querido volver nunca más para no
perderlo, pues no hay cielo que se recupere ni edén que se repita.
Va conmigo, confortándome en las horas negras, tan frecuentes (...)
Allí volará mi alma cuando me toque dormir el sueño más largo y
pacificado que Dios me conceda a mí, la eterna insomne (...)
Su primera residencia en Montevideo estaba ubicada en un solar de la
calle Asilo Nº 50, que con los años pasaría a ser el Nº 3621,
entre las calles Pernas y Comercio. Allí vivió entre 1918 y 1921, y
escribió sus tres primeros libros: Las lenguas del diamante, El
cántaro fresco y Raíz Salvaje. Al comienzo su adaptación fue
difícil porque rechazaba vivir en la ciudad. Con los años, sin
embargo, terminó considerando a Montevideo como «su ciudad».
En 1929 recibió el título de «Juana de América». Juana describió
ese momento así:
...) un grupo de jóvenes poetas me organizó en el Salón de los
Pasos Perdidos del Palacio Legislativo, una fiesta inolvidable. La
presidía don Juan Zorrilla de San Martín (...) Santiago Cozzolino,
el orfebre, había cincelado el anillo de oro simbólico que me
ofrecían los poetas. El ambiente era solemne, con la muchedumbre,
los himnos, los delegados de toda América, y otro hombre de estatura
física pequeña, pero también magnífico y grandioso: Alfonso
Reyes.(...) Y a través de discursos hermosos en que la generosidad
juvenil iluminaba las palabras, llegó el momento culminante, el de
la entrega del anillo. El Dr. Zorrilla de San Martín fue el
designado para ello y lo hizo con unas palabras breves y muy hermosas
que me quedaron grabadas en el corazón: -Este anillo, señora,
significa sus desposorios con América.
El 3 de octubre de 1947 fue elegida para sentarse en un sillón en la
Academia Nacional de letras. En 1950 fue designada para presidir la
Sociedad Uruguaya de Escritores. Cinco años más tarde fue premiada
en el Instituto de Madrid por su obra. En 1959 se le concedió el
Gran Premio Nacional de Literatura, otorgado ese año por primera
vez.
Al
morir fue velada en el mismo Salón de los Pasos Perdidos en que fue
nombrada «Juana de América». El gobierno del momento dispuso un
día de duelo nacional y fue enterrada con honores de Ministro de
Estado, siendo la primera mujer en la historia del Uruguay a la que
se le otorgó tal distinción.
El
rostro de esta popular poetisa
se
encuentra plasmado en el billete de mil pesos uruguayos.
Se destacan entre sus obras: El vendedor de naranjas, La Higuera, Chico Carlo, y muchas otras renombradas y exitosas.
LA HIGUERA
Porque es áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises,
yo le tengo piedad a la higuera.
En mi quinta hay cien árboles bellos,
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.
En las primaveras,
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.
Y la pobre parece tan triste
con sus gajos torcidos que nunca
de apretados capullos se viste...
Por eso,
cada vez que yo paso a su lado,
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
«Es la higuera el más bello
de los árboles todos del huerto».
Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡qué dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!
Y tal vez, a la noche,
cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo le cuente:
¡Hoy a mí me dijeron hermosa!

EL VENDEDOR DE NARANJAS
Muchachuelo de brazos cetrinos
Que vas con tu cesta,
Rebosando naranjas pulidas
De un caliente color ambarino;
Muchachuelo que fuiste a las chacras
Y a los árboles amplios trepaste
Como yo me trepaba cuando era
Una libre chicuela salvaje;
Ven acá muchachuelo; yo ansío
Que me vuelques tu cesta en la falda.
Pide el precio mas alto que quieras.
¡Ah, qué bueno el olor a naranjas!
A mi pueblo distante y tranquilo,
Naranjales tan prietos rodean,
Que en Agosto semeja de oro
Y en Diciembre de azahares blanquea.
Me críe respirando ese aroma
Y aún parece que corre en mi sangre.
Naranjitas pequeñas y verdes
Siendo niña, enhebraba en collares.
Después, lejos llevóme la vida.
Me he tornado tristona y pausada.
¡Qué nostalgia tan honda me oprime
Cuándo siento el olor a naranjas!
Si a otro pago muy lejos del tuyo,
Indiecito, algún día te llevan,
Y no eres feliz, y suspiras
Por volver a tu vieja querencia,
Y una tarde en un soplo de viento
El sabor a tus montes te asalta,
¡Ya sabrás, indiecito asombrado,
Lo que es la palabra “nostalgia”!

El 10 de agosto de 2009 se conmemoraron 80 años de la proclamación de Juana de Ibarbourou como “Juana de América”. Este acontecimiento, singular en la historia de la literatura de Uruguay, tuvo como protagonista a una joven poeta uruguaya que en ese momento contaba con 37 años.

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